Comité Invisible
Bajo
cualquier
ángulo desde
el
que
se
observe,
el
presente
no
tiene
salida.
No
es
la
menor
de
sus
cualidades.
A
quienes
quisieran
permanecer
en
la
esperanza
a
toda
costa,
les
retira
cualquier
apoyo.
Aquellos
que
pretenden
impedir
las
soluciones
son
desmentidos
al
momento.
Es
una
cosa
sabida
que
todo
no
puede
sino
ir
de
mal
en
peor.
“El
futuro
no
tiene
porvenir”
es
la
sabiduría
de
una
época
en
la
que
se
ha
llegado,
bajo
sus
aires
de
extrema
normalidad,
al
nivel
de
consciencia
de
los
primeros
punks.
La
esfera
de
la
representación
política
se
cierra.
De
izquierda
a
derecha,
es
la
misma
nada
que
adopta
las
poses
perrunas
o
los
aires
de
virgen,
las
mismas
cabezas
de
góndola que
encadenan
sus
discursos
tras
los
últimos
hallazgos
del
servicio
de
comunicación.
Aquellos
que
todavía
votan
dan
la
impresión
de
no
tener
otra
intención
que
la
de
hacer
saltar
las
urnas
a
fuerza
de
votar
como
pura
protesta.
Se
comienza
a
adivinar
que
es
contra
el
voto
mismo
por
lo
que
se
continua
votando.
Nada
de
lo
que
se
presenta
está,
ni
de
lejos,
a
la
altura
de
la
situación.
Incluso
en
su
silencio,
la
propia
población
parece
infinitamente
más
adulta
que
todos
los
títeres
que
se
pelean
por
gobernarla.
No
importa
que
el
chibani de
Belleville
sea
más
prudente
en
sus
palabras
que
ninguno
de
los
que
se
dicen
nuestros
dirigentes
en
sus
declaraciones.
La
tapa
de
la
marmita
social
se
vuelve
a
cerrar
con
una
triple
vuelta
mientras
en
su
interior
la
presión
no deja
de
aumentar.
Salido
de
Argentina,
el
espectro
de
¡Que
se
vayan
todos! comienza
a
acosar
seriamente
las
cabezas
dirigentes.
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